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Channel: Hermanito Carlos de Foucauld
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Novena a Carlos de Foucauld 2014 - DIA 4...

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Queridos hermanos y hermanas deseamos compartir una serie de muy simples reflexiones para caminar juntos hacia la fiesta de nuestro Hermanito Carlos de Jesús, y de esta manera preparar el  corazón para el próximo 1º de diciembre, pedir su intercesión ante nuestro amado hermano y Señor por  nosotros, nuestras familias y actividades pastorales.
Él es el amor, el esposo de nuestras almas en el tiempo y la eternidad
 Consta de 3 partes que nos irán guiando en la reflexión y se irán repitiendo día a día.
1.-Ponernos en la presencia del Buen Padre y rezar en comunión con toda nuestra familia espiritual la Oración del Abandono.
2.- Observar la placa con un pensamiento del Hermano Carlos que nos acompañará en la reflexión del día. (esforzarnos en recordarla en el transcurso del día para que nos ilumine).-
3.- Oraciones de intercesión.-


1. En comunión con toda nuestra familia espiritual rezamos: 
ORACIÓN DE ABANDONO
Padre mío,  me abandono a ti,
haz de mi lo que quieras,
Sea lo que sea, te doy las gracias.
Lo acepto todo, estoy dispuesto a todo,
con tal que tu voluntad se haga en mi,
 y en todas tus criaturas.

No deseo nada más, Dios mío,
Pongo mi alma en tus manos, te la doy, Dios mío
Con todo el amor de mi corazón,
porque te amo,
y porque para mí amarte es darme,
entregarme en tus manos sin medida,
con una infinita confianza,
 porque Tú eres mi Padre.

2.- Reflexión del Hermano Carlos que nos acompañará a lo largo del día.
Recordarla en el transcurso del día para que nos ilumine y nos acompañe
3.- Oración de intercesión.
Dios, Padre nuestro, tú que has llamado al Hermano Carlos de Jesús a vivir de tu amor en la intimidad de tu Hijo, Jesús de Nazaret.
Concédenos que encontremos en el Evangelio el fundamento de una vida cristiana cada vez más luminosa y en la Eucaristía, la fuente de la fraternidad universal.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que es Dios, que vive y reina contigo y el Espíritu Santo, por los siglos de los siglos.
Amén


Gracias a todas las personas que nos acompañan en esta novena, sabemos que varios de nuestros amigos y amigas la realizan en su totalidad o simplemente algunos días, les agradecemos y pedimos al Hermanito Carlos que interceda por todos, por sus vidas, trabajos, familias, apostolados.

Novena a Carlos de Foucauld 2014 - DIA 5...

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Queridos hermanos y hermanas deseamos compartir una serie de muy simples reflexiones para caminar juntos hacia la fiesta de nuestro Hermanito Carlos de Jesús, y de esta manera preparar el  corazón para el próximo 1º de diciembre, pedir su intercesión ante nuestro amado hermano y Señor por  nosotros, nuestras familias y actividades pastorales.
Lo miras, le dices que le amas; te sientes feliz de estar a sus pies
Consta de 3 partes que nos irán guiando en la reflexión y se irán repitiendo día a día.
1.-Ponernos en la presencia del Buen Padre y rezar en comunión con toda nuestra familia espiritual la Oración del Abandono.
2.- Observar la placa con un pensamiento del Hermano Carlos que nos acompañará en la reflexión del día. (esforzarnos en recordarla en el transcurso del día para que nos ilumine).-
3.- Oraciones de intercesión.-


1. En comunión con toda nuestra familia espiritual rezamos: 
ORACIÓN DE ABANDONO
Padre mío,  me abandono a ti,
haz de mi lo que quieras,
Sea lo que sea, te doy las gracias.
Lo acepto todo, estoy dispuesto a todo,
con tal que tu voluntad se haga en mi,
 y en todas tus criaturas.

No deseo nada más, Dios mío,
Pongo mi alma en tus manos, te la doy, Dios mío
Con todo el amor de mi corazón,
porque te amo,
y porque para mí amarte es darme,
entregarme en tus manos sin medida,
con una infinita confianza,
 porque Tú eres mi Padre.

2.- Reflexión del Hermano Carlos que nos acompañará a lo largo del día.
Recordarla en el transcurso del día para que nos ilumine y nos acompañe
3.- Oración de intercesión.
Dios, Padre nuestro, tú que has llamado al Hermano Carlos de Jesús a vivir de tu amor en la intimidad de tu Hijo, Jesús de Nazaret.
Concédenos que encontremos en el Evangelio el fundamento de una vida cristiana cada vez más luminosa y en la Eucaristía, la fuente de la fraternidad universal.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que es Dios, que vive y reina contigo y el Espíritu Santo, por los siglos de los siglos.
Amén



Gracias a todas las personas que nos acompañan en esta novena, sabemos que varios de nuestros amigos y amigas la realizan en su totalidad o simplemente algunos días, les agradecemos y pedimos al Hermanito Carlos que interceda por todos, por sus vidas, trabajos, familias, apostolados.

Oración de intercesión....

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Te lo pedimos por Jesús, tu Hijo amado, nuestro Señor...

Novena a Carlos de Foucauld 2014 - DIA 6...

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Queridos hermanos y hermanas deseamos compartir una serie de muy simples reflexiones para caminar juntos hacia la fiesta de nuestro Hermanito Carlos de Jesús, y de esta manera preparar el  corazón para el próximo 1º de diciembre, pedir su intercesión ante nuestro amado hermano y Señor por  nosotros, nuestras familias y actividades pastorales.
Haz en todo como Jesús en  Nazaret

Para evangelizar, estoy dispuesto a ir hasta el fin del mundo...

Consta de 3 partes que nos irán guiando en la reflexión y se irán repitiendo día a día.
1.-Ponernos en la presencia del Buen Padre y rezar en comunión con toda nuestra familia espiritual la Oración del Abandono.
2.- Observar la placa con un pensamiento del Hermano Carlos que nos acompañará en la reflexión del día. (esforzarnos en recordarla en el transcurso del día para que nos ilumine).-
3.- Oraciones de intercesión.-


1. En comunión con toda nuestra familia espiritual rezamos: 
ORACIÓN DE ABANDONO
Padre mío,  me abandono a ti,
haz de mi lo que quieras,
Sea lo que sea, te doy las gracias.
Lo acepto todo, estoy dispuesto a todo,
con tal que tu voluntad se haga en mi,
 y en todas tus criaturas.

No deseo nada más, Dios mío,
Pongo mi alma en tus manos, te la doy, Dios mío
Con todo el amor de mi corazón,
porque te amo,
y porque para mí amarte es darme,
entregarme en tus manos sin medida,
con una infinita confianza,
 porque Tú eres mi Padre.

2.- Reflexión del Hermano Carlos que nos acompañará a lo largo del día.
Recordarla en el transcurso del día para que nos ilumine y nos acompañe
3.- Oración de intercesión.
Dios, Padre nuestro, tú que has llamado al Hermano Carlos de Jesús a vivir de tu amor en la intimidad de tu Hijo, Jesús de Nazaret.
Concédenos que encontremos en el Evangelio el fundamento de una vida cristiana cada vez más luminosa y en la Eucaristía, la fuente de la fraternidad universal.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que es Dios, que vive y reina contigo y el Espíritu Santo, por los siglos de los siglos.
Amén



Gracias a todas las personas que nos acompañan en esta novena, sabemos que varios de nuestros amigos y amigas la realizan en su totalidad o simplemente algunos días, les agradecemos y pedimos al Hermanito Carlos que interceda por todos, por sus vidas, trabajos, familias, apostolados.

Novena a Carlos de Foucauld 2014 - DIA 7...

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Queridos hermanos y hermanas deseamos compartir una serie de muy simples reflexiones para caminar juntos hacia la fiesta de nuestro Hermanito Carlos de Jesús, y de esta manera preparar el  corazón para el próximo 1º de diciembre, pedir su intercesión ante nuestro amado hermano y Señor por  nosotros, nuestras familias y actividades pastorales.
Haz en todo como Jesús en  Nazaret

...siendo un hermano amoroso para todos
Consta de 3 partes que nos irán guiando en la reflexión y se irán repitiendo día a día.
1.-Ponernos en la presencia del Buen Padre y rezar en comunión con toda nuestra familia espiritual la Oración del Abandono.
2.- Observar la placa con un pensamiento del Hermano Carlos que nos acompañará en la reflexión del día. (esforzarnos en recordarla en el transcurso del día para que nos ilumine).-
3.- Oraciones de intercesión.-


1. En comunión con toda nuestra familia espiritual rezamos: 
ORACIÓN DE ABANDONO
Padre mío,  me abandono a ti,
haz de mi lo que quieras,
Sea lo que sea, te doy las gracias.
Lo acepto todo, estoy dispuesto a todo,
con tal que tu voluntad se haga en mi,
 y en todas tus criaturas.

No deseo nada más, Dios mío,
Pongo mi alma en tus manos, te la doy, Dios mío
Con todo el amor de mi corazón,
porque te amo,
y porque para mí amarte es darme,
entregarme en tus manos sin medida,
con una infinita confianza,
 porque Tú eres mi Padre.

2.- Reflexión del Hermano Carlos que nos acompañará a lo largo del día.
Recordarla en el transcurso del día para que nos ilumine y nos acompañe
3.- Oración de intercesión.
Dios, Padre nuestro, tú que has llamado al Hermano Carlos de Jesús a vivir de tu amor en la intimidad de tu Hijo, Jesús de Nazaret.
Concédenos que encontremos en el Evangelio el fundamento de una vida cristiana cada vez más luminosa y en la Eucaristía, la fuente de la fraternidad universal.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que es Dios, que vive y reina contigo y el Espíritu Santo, por los siglos de los siglos.
Amén



Gracias a todas las personas que nos acompañan en esta novena, sabemos que varios de nuestros amigos y amigas la realizan en su totalidad o simplemente algunos días, les agradecemos y pedimos al Hermanito Carlos que interceda por todos, por sus vidas, trabajos, familias, apostolados.

Espiritualidad.....

Novena a Carlos de Foucauld 2014 - DIA 8...

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Queridos hermanos y hermanas deseamos compartir una serie de muy simples reflexiones para caminar juntos hacia la fiesta de nuestro Hermanito Carlos de Jesús, y de esta manera preparar el  corazón para el próximo 1º de diciembre, pedir su intercesión ante nuestro amado hermano y Señor por  nosotros, nuestras familias y actividades pastorales.
Haz en todo como Jesús en  Nazaret.
Todo nuestro ser debe gritar el Evangelio desde los tejados...
 Consta de 3 partes que nos irán guiando en la reflexión y se irán repitiendo día a día.
1.-Ponernos en la presencia del Buen Padre y rezar en comunión con toda nuestra familia espiritual la Oración del Abandono.
2.- Observar la placa con un pensamiento del Hermano Carlos que nos acompañará en la reflexión del día. (esforzarnos en recordarla en el transcurso del día para que nos ilumine).-
3.- Oraciones de intercesión.-


1. En comunión con toda nuestra familia espiritual rezamos: 
ORACIÓN DE ABANDONO
Padre mío,  me abandono a ti,
haz de mi lo que quieras,
Sea lo que sea, te doy las gracias.
Lo acepto todo, estoy dispuesto a todo,
con tal que tu voluntad se haga en mi,
 y en todas tus criaturas.

No deseo nada más, Dios mío,
Pongo mi alma en tus manos, te la doy, Dios mío
Con todo el amor de mi corazón,
porque te amo,
y porque para mí amarte es darme,
entregarme en tus manos sin medida,
con una infinita confianza,
 porque Tú eres mi Padre.

2.- Reflexión del Hermano Carlos que nos acompañará a lo largo del día.
Recordarla en el transcurso del día para que nos ilumine y nos acompañe
3.- Oración de intercesión.
Dios, Padre nuestro, tú que has llamado al Hermano Carlos de Jesús a vivir de tu amor en la intimidad de tu Hijo, Jesús de Nazaret.
Concédenos que encontremos en el Evangelio el fundamento de una vida cristiana cada vez más luminosa y en la Eucaristía, la fuente de la fraternidad universal.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que es Dios, que vive y reina contigo y el Espíritu Santo, por los siglos de los siglos.
Amén



Gracias a todas las personas que nos acompañan en esta novena, sabemos que varios de nuestros amigos y amigas la realizan en su totalidad o simplemente algunos días, les agradecemos y pedimos al Hermanito Carlos que interceda por todos, por sus vidas, trabajos, familias, apostolados.

BEATO CARLOS DE FOUCAULD

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SUS ORÍGENES E ITINERARIO.
Carlos en 1886,
época de su conversión
Charles de Foucauld es una de las personalidades más apasionantes de fines del siglo XIX y principios del siglo XX. El joven que pierde muy temprano su hábitat familiar (queda huérfano de sus padres a los seis años), acompañado por el prestigio de un título nobiliario y de una sociedad que propicia sus devaneos, se rebela y manifiesta su carácter trasgresor lanzándose a la aventura. 
La de mayor relieve y seriedad es la travesía del desierto en Marruecos, empeñado en estudios de alto nivel científico, oportunamente publicados. 
A su regreso, curtido física y espiritualmente, como efecto de un año de constantes peligros y de recopilación de datos para la investigación, comienza un misterioso itinerario de retorno a la fe.  
El joven Carlos de Foucauld, apasionado e idealista, había perdido la fe religiosa recibida de su familia y practicada en su niñez. 
P. Henry Huvelin
En ese misterioso recodo de su camino de regreso se encuentra con lo mejor de su católica familia. Me refiero a su prima, la Señora María de Bondy, provista de una excepcional espiritualidad. Carlos, de la mano de ella y su familia, comienza a respirar otro clima espiritual. 
Un sacerdote, el Padre Huvelin, vicario de la Parroquia San Agustín de Paris, lo recibe cordialmente. Las entrevistas de de Foucauld con el Vicario se repiten. Asiste a la Misa celebrada por él y escucha con creciente interés su excelente prédica. 
Innumerables cuestionamientos aparecen en los diálogos informales de ambos. El P. Huvelin responde pacientemente a todos ellos. Al cabo de algunos meses, en vísperas de la Navidad de 1886, el perspicaz sacerdote sorprende a su  incansable cuestionador: “Amigo mío, usted ya no tiene dudas, necesita arrodillarse y confesar sus pecados…”  
Aquel hombre joven y engreído cayó en tierra, como Saulo en Damasco, y al confesar sus culpas de muchos años, comprueba que su fe olvidada reaparece con misteriosa y definitiva fuerza. 
Entonces, y bajo la sabia y santa dirección de Huvelin, inicia un derrotero espiritual que lo lleva a la santidad.

ENCUENTRO Y CONOCIMIENTO DE CRISTO.
Busca el silencio de la Trapa y se inicia
como monje austero y observante
Su conversión es a Jesucristo. Huvelin y su prima permanecen en la penumbra, como indicadores de camino, y logran el humilde propósito de ser simples mediaciones. Ya vuelto a la fe se deja atraer por Cristo, el Dios hecho pequeño hasta una impensable situación de pobreza y abyección.Así busca el silencio de la Trapa y se inicia como monje austero y observante; estudia teología y se prepara, por obediencia, a recibir las sagradas Órdenes. 
Su corazón inquieto busca una mayor identificación con Jesucristo en el “anonadamiento” de la Encarnación, en el silencio y el anonimato de la vida oculta en Nazaret. Orientado por un sabio sacerdote trapense y por su director espiritual, el P. Huvelin, decide viajar a Jerusalén e instalarse como jardinero del Monasterio de las monjas clarisas, habitando una pobrísima ermita. 
Mientras tanto intensifica su búsqueda hasta decidir trasladarse definitivamente al desierto para iniciar una vida oculta en la contemplación silenciosa de Cristo pobre e inmolado. 
Su director espiritual y sus amigos le recomiendan que, para centrar su vida contemplativa en la Presencia eucarística -en medio del desierto- como era su principal anhelo, debe recibir la Ordenación sacerdotal.

SACERDOTE Y CONTEMPLATIVO.
Ordenado sacerdote, construye su pequeño Convento y Capilla, e inicia un proceso de identificación con Cristo oculto y presente, pobre y ofrecido por la salvación de los hombres. Alentado por la epistolar dirección del P. Huvelin avanza rápidamente en su conocimiento del Misterio de la Cruz, al mejor estilo paulino.
Sin duda, a Cristo se lo conoce únicamente amándolo. La contemplación, que insume casi todas las horas de su jornada monacal, es puro amor. Para ello se aventura (el P. de Foucauld siempre se aventura) en la noche oscura de la fe y se ambienta en ella.
Hno. Carlos, recién ordenado sacerdote
Aunque acepta la Ordenación sacerdotal en vista a la Eucaristía, su espiritualidad, teológicamente bien fundada, se proyecta en un servicio incansable a la Iglesia de Cristo y al mundo árabe. 
No le es lícito ocultar los dones de la gracia a los innumerables necesitados que acuden a él (hasta cien por día). Su seguimiento de Cristo, “Pan bajado del cielo”, lo hace el más humilde servidor, capaz de darlo todo (hasta su amada soledad) por los muchos heridos postrados al borde de su camino a la santidad. 
En ellos está Cristo, aunque de distinta manera, tan real como en su humilde Sagrario. No puede permanecer en una beatífica adoración mientras los pobres golpean la puerta de su Oratorio. Tampoco puede identificarlos, como presencia de Cristo, sin reconocerlo y adorarlo largamente en la soledad de la sagrada Reserva.

SU ESPIRITUALIDAD.
Se oculta en Nazaret, compartiendo la vida familiar de Jesús, entre María y José, y sale a los caminos a socorrer a quienes están heridos de muerte por causa del pecado y de la incredulidad. Pero, esos “caminos” pasan por su casa, impregnan su clausura y reclaman mucho de su tiempo.
El sacerdocio recibido, no sólo prolonga la presencia eucarística, también cura las llagas de la Iglesia y la conduce al logro de su vocación a la santidad. Así ama a Cristo, se sumerge en su ocultamiento de Nazaret y se atreve a seguirlo hasta la cruz. 
Su espiritualidad se nutre del Misterio de Cristo  -Dios y Hombre- como lo hiciera el Apóstol Pablo. De esa manera aprende lo que enseña y, dócil a las indicaciones del P. Huvelin, pone por escrito lo que descubre en sus prolongadas meditaciones.
Como los Apóstoles, Carlos de Foucauld, advierte que su amor a Cristo es la clave de la perfección apostólica. Lo sigue apasionadamente en la obediencia al Padre y, mediante el generoso olvido de sí, se despoja de lo propio para revestirse de Cristo pobre y fiel hasta la muerte.
Su espiritualidad consiste en la renuncia a ser algo lejos de su Maestro y Señor. San Pablo, antes que Carlos, llega a no desear nada sino a “Cristo crucificado”. 

JESÚS POBRE Y OCULTO EN NAZARET.
 Por lo tanto, la meta final de su vida no es la práctica de las virtudes sino Jesucristo. No le interesa ni entusiasma, como en otros tiempos, el cultivo de la ciencia o la aventura en los senderos peligrosos de Marruecos. Su vida es Cristo.
“Busco una vida conforme a la tuya,
participar de tu abatimiento, de tu pobreza,
de tu trabajo, de tu enterramiento”
Lo busca y lo encuentra, internándose en la densa noche de la fe, tanto en la Escritura como en la celebración y adoración de la Eucaristía; como consecuencia lo sirve incondicionalmente en sus hermanos más pobres.
Su vida silenciosa y fecunda se sostiene y desarrolla en la contemplación. La vida nazarena de Jesús atrae su exclusiva atención y decide permanecer en ella adoptando sus rasgos distintivos. Así escribe en noviembre de 1897, en forma de oración: “Busco una vida conforme a la tuya, en la que pueda participar de tu abatimiento, de tu pobreza, de tu humilde trabajo, de tu enterramiento”.
Al modo de Pablo, que se pone en seguimiento de Cristo crucificado, y no quiere conocerlo de otra manera, Carlos lo prefiere en la estrechez, en el silencio y en la pobreza del Hogar de Nazaret, junto a María y a José.
Seres como él viven en la penumbra, por elección amorosa, pero no pueden permanecer siempre en la penumbra. Padeciéndola como una cruz, en la que acaban muriendo, atraen la mirada de la historia y, a su debido tiempo, de la Iglesia. Ciertamente. la santidad de sus hijos es el regocijo de la Iglesia, como los pecados de otros hijos suyos causan sus mayores tribulaciones.
“El último lugar”. El P. Huvelin acuñó una frase que constituye un programa de vida para Carlos de Foucauld: “Tú, Señor, escogiste de tal manera el último lugar que nadie jamás podrá arrebatártelo”. Ese deseo incontenible de ocultarse, de buscar con Jesús “el último lugar”, trae aparejado el cumplimiento de la sentenciosa expresión de Jesús: “El que se humilla será ensalzado y el que se ensalza será humillado”.
La santidad hace absolutamente honestas a las personas. El santo busca estar con su Maestro en ese último lugar que nadie apetece. Se queda allí, sufriendo en silencio, dejándose crucificar. Lo decide por amor a Quien ha llegado a “anonadarse” por amor suyo. 
Con su beatificación es propuesto como
modelo para el sacerdote actual
El Padre de Foucauld es un enamorado de Cristo. Sigue sus huellas, estudia sus palabras, se deja conmover por sus gestos y lo contempla largamente en la Sagrada Hostia y en la Cruz. Como sacerdote se hace Eucaristía para sus hermanos y gusta, en silencio, el sabor del martirio.
No es un simple asceta, no lo pretende, se humilla con su Señor humillado, se deja consumir por la obediencia al Padre, formulando su conocida y bella oración: “Mi Padre, yo me abandono en ti, haz de mi lo que tú quieras. Lo que hagas de mi, te lo agradezco. Estoy dispuesto a todo, acepto todo. No deseo otra cosa, mi Dios, sino el cumplimiento de tu voluntad en mí y en todas tus criaturas. Pongo mi alma entre tus manos. Yo te la doy, mi Dios, con todo el amor de mi corazón, porque te amo y es una necesidad de mi amor darme, ponerme entre tus manos sin medida, con infinita confianza, porque tú eres mi Padre”.
Sin buscarlo, abre un camino que conduce a la santidad sacerdotal y a su fecundidad apostólica. Con su beatificación es propuesto como modelo para el sacerdote actual.
No es el caso de una copia mimética sino de captar la esencia de  su santidad: el amor, que lo hace fiel discípulo de Jesucristo.
Me permito transcribir un párrafo de su diario (17 de mayo de 1904): “Silenciosa, secretamente, como Jesús en Nazaret, oscuramente como Él, pasar desconocido sobre la tierra, como un viajero en la noche, pobre, laboriosa y humildemente, haciendo bien como Él… desarmado y mudo ante la injusticia como Él; dejándome, como el Cordero divino, trasquilar e inmolar sin resistir ni hablar; imitando en todo a Jesús en Nazaret y a Jesús sobre la cruz”.

COMO SU MAESTRO.
El prestigio espiritual, del todo extraordinario, que lo sobrevive no es imaginado por él, pobre “hermanito de Jesús”.
Permanece, hasta su inexplicable muerte (1 de diciembre de 1916), en el espacio oculto y olvidado de su Nazaret. Quiere ser como su Maestro por una sola razón: “Yo amo a Nuestro Señor Jesucristo, aunque con un corazón que quisiera amar más y mejor; pero, en fin, lo amo, y no puedo llevar vida diferente a la suya, una vida suave y honrada, cuando la suya fue la más dura y desdeñada que jamás existiera”. (Carta a H. Duveyrier, 24 de abril 1890)

Su mensaje es claro e inconfundible.
Es la lección principal que dicta a sus hermanos sacerdotes de todos los tiempos y condiciones. Sin un amor a Jesucristo, como el suyo, es imposible ser felices en el ejercicio del ministerio sacerdotal. La alegría de los santos no es una mueca incolora; procede de la conciencia creyente de vivir en plenitud. El amor a Cristo, que declara el Padre Carlos de Foucauld, es la vertiente de la que bebe la Vida que lo hace feliz. Descubre el secreto de la felicidad, aún por senderos que parecen contradecirla, como son los de la pobreza, del silencio, del ocultamiento y de la muerte injusta y sin relieve. Es imposible volcar en pocos párrafos la riqueza que el Beato Carlos de Foucauld despliega en la coherencia de su vida y en sus humildes y numerosas notas espirituales. Su mensaje es claro e inconfundible.

PUNTO FINAL.
Ultima fotografía del Hno. Carlos,
el día anterior a su fallecimiento
“Tres semanas después de la muerte de Fray Carlos (Charles de Foucauld), se hallará, a unos metros del lugar donde fue asesinado, su pobre custodia, con la Hostia, casi enteramente recubierta de arena. Séanos permitido ver en el sencillo hecho de esa custodia sin valor que se arroja a un lado durante un saqueo, una imagen exacta de toda la vida y muerte de Fray Carlos de Jesús. 
Como la Hostia, en la que su fe veía el anuncio de salud de muchas almas -¡definición admirable de la Eucaristía!- , como Jesús,  a quien deseó apasionadamente imitar, Fray Carlos quedó sepultado como el grano en la tierra. Su muerte, como toda su vida, de la que fue tan exacto signo, preparaba vivaces germinaciones”.  (Último párrafo del libro de J. Francois Six)



Novena a Carlos de Foucauld 2014 - DIA 9...

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Queridos hermanos y hermanas deseamos compartir una serie de muy simples reflexiones para caminar juntos hacia la fiesta de nuestro Hermanito Carlos de Jesús, y de esta manera preparar el  corazón para el próximo 1º de diciembre, pedir su intercesión ante nuestro amado hermano y Señor por  nosotros, nuestras familias y actividades pastorales.
Haz en todo como Jesús en  Nazaret.
...Comprendí que no podría hacer otra cosa que vivir para Él
Consta de 3 partes que nos irán guiando en la reflexión y se irán repitiendo día a día.
1.-Ponernos en la presencia del Buen Padre y rezar en comunión con toda nuestra familia espiritual la Oración del Abandono.
2.- Observar la placa con un pensamiento del Hermano Carlos que nos acompañará en la reflexión del día. (esforzarnos en recordarla en el transcurso del día para que nos ilumine).-
3.- Oraciones de intercesión.-


1. En comunión con toda nuestra familia espiritual rezamos: 
ORACIÓN DE ABANDONO
Padre mío,  me abandono a ti,
haz de mi lo que quieras,
Sea lo que sea, te doy las gracias.
Lo acepto todo, estoy dispuesto a todo,
con tal que tu voluntad se haga en mi,
 y en todas tus criaturas.

No deseo nada más, Dios mío,
Pongo mi alma en tus manos, te la doy, Dios mío
Con todo el amor de mi corazón,
porque te amo,
y porque para mí amarte es darme,
entregarme en tus manos sin medida,
con una infinita confianza,
 porque Tú eres mi Padre.

2.- Reflexión del Hermano Carlos que nos acompañará a lo largo del día.
Recordarla en el transcurso del día para que nos ilumine y nos acompañe
3.- Oración de intercesión.
Dios, Padre nuestro, tú que has llamado al Hermano Carlos de Jesús a vivir de tu amor en la intimidad de tu Hijo, Jesús de Nazaret.
Concédenos que encontremos en el Evangelio el fundamento de una vida cristiana cada vez más luminosa y en la Eucaristía, la fuente de la fraternidad universal.
Por nuestro Señor Jesucristo, tu Hijo, que es Dios, que vive y reina contigo y el Espíritu Santo, por los siglos de los siglos.
Amén



Gracias a todas las personas que nos acompañan en esta novena, sabemos que varios de nuestros amigos y amigas la realizan en su totalidad o simplemente algunos días, les agradecemos y pedimos al Hermanito Carlos que interceda por todos, por sus vidas, trabajos, familias, apostolados.

Salaam desde Dubai.

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Tengo esta imagen en la parte posterior de la puerta de mi casa para recordarme que estoy para servir a mis hermanos y hermanas musulmanes, y sobre todo los más pequeños que están en necesidad, en esta ciudad del Islam.
Fui a mi mezquita local, ayer por la oración del viernes, y llevé conmigo el mensaje de Francisco, donde dijo: "Recuerden que no todos los musulmanes son violentos y asesinos”  
Imprimí el artículo y la imagen, y la puse en la pared de la mezquita. Esta simple acción trajo, tanta alegría, a mi familia musulmana. 
Gracias Francisco, y gracias a todos por sus oraciones, el camino no es fácil, pero Br. Charles tiende la mano, solo hay que tomarla y seguir.
Your Brother desde Dubai.
 Gary.


Extraído y traducido del muro de facebook de Gary Hollins  

Feliz Navidad...

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Amad@s, rezo al Bienamado que en esta Navidad Él les regale un corazón nuevo y pobre, un corazón pleno de esperanza, un corazón abierto a la novedad y el acontecimiento, un corazón que sepa a luz y busque la luz con la sabiduría de los pobres, los pastores, los niños y los excluidos.

FELIZ NAVIDAD, hermanos míos.-


Feliz 2015.....

CÓMO ORABA EL SANTO HERMANO RAFAEL.

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No son contemporáneos estos dos grandes amigos nuestros,  pero creo que como buen cisterciense nuestro Hermanito Carlos de Jesús hubiese tenido muy cerquita del corazón las palabras del santo Hermano Rafael....

“Buscar a Dios en todo”, “amarle en todo”

La forma interna de su oración
1. EL ACTO ÚNICO DE AMOR
En la conferencia anterior examinamos un poco la forma externa de la oración del hermano Rafael. En esta vamos a ver algo de su forma interna. Para ello vamos a partir de una frase suya que citábamos al final de la conferencia de esta tarde, al hablar de la rumia de textos:
“Tú lo eres todo Señor, ya no sé hacer nada, ni pensar, ni discurrir, «que ya sólo en amar es mi ejercicio...».
Aquí menciona Rafael el amor como el contenido y la esencia de su oración: “mi ejercicio”, dice con un verso de san Juan de la Cruz. Este ejercicio se expresa a veces con palabras y meditaciones, y a veces, cuando la palabra no da más de sí, en forma de silencio. 
Por eso dice: “no sé hacer nada, ni pensar, ni discurrir. Ya sólo amar...”. 
He ahí la forma básica de la oración de nuestro hermano: un ejercicio de amor, de deseo de Dios, en los diversos modos en que se éste puede expresar:
“Amando -le escribe a su tía- ya tienes oración aunque no lo creas... Tú no necesitas revolverte el cerebro para orar, ¿verdad? ¿En qué consiste tu oración? Pues en actos seguidos de amor, hasta que un día estos actos se conviertan en uno solo” .
La aspiración a un amor continuo, siempre en acto, sin “distracción”, como aquí aconseja a su tía, es una de las constantes de su vida. Cuando los “actos seguidos de amor” se van multiplicando y haciéndose más repetidos, se acercan al acto único, que abarcará no sólo los momentos oficiales de oración, sino todos los momentos del día. Por eso, aspirar a un acto único de amor equivale a aspirar a una oración continua. Para Rafael, orar continuamente es sinónimo de amar continuamente, y orar sin distracción es sinónimo de amar sin distracción:
“¡Qué oculto tengo a Jesús...!, con qué ansias le pido que me “descubra su presencia”, aunque no lo pueda resistir y me “mate su hermosura...”. Qué amor a Dios tan grande para un alma tan chica, como dices tú... ¡Qué ansias de silencio y recogimiento tengo, para así, calladamente, amar a Dios siempre..., siempre, sin distracciones, sin ruido..!” .
Las distracciones, o el ruido, no es que entorpezcan la oración: lo que entorpecen es el amor. Y al revés, el silencio, el recogimiento, lo que favorecen es el amor indistraído. Y en este sentido es como sigue exhortando a tu tía: “Alma de Dios que quieres entregarte a él... inúndate en ese amor, sube y vuela hacia él... no hay palabras, hermanilla, no hay palabras; sólo una, que es amor, y cuando ese amor se refiere a Dios, lo mejor es el silencio” .

2. LA ORACIÓN DE RECOGIMIENTO
El silencio para amar, o también cada vez más, para escuchar el amor, son maneras de adentrarse en la oración de recogimiento, sin meditación ni palabras, cuya doctrina Rafael conoce perfectamente por su lectura de los clásicos españoles y de otros maestros de la oración. Hablamos aquí de recogimiento como un estado interior de conciencia amoroso y callado, generalmente acompañado de una suavidad interior, que él llama con frecuencia “consuelos” o “flores” de la oración: esas diversas y delicadas emociones internas, en las que el hermano tanto abundó y a tantos niveles:
“Me hablas de tu oración -le vuelve a escribir a su tía-, del estar en silencio delante de Dios... te entiendo, no quieras, no pidas más... qué bien se está ahí, ¿verdad? Dios inunda al alma con una suavidad....” .
El recogimiento solía ser la desembocadura habitual de otras formas de orar más externas. Cuando va a la Iglesia, a tratar con Jesús de sus cosas, con frecuencia termina así, en un estado de recogimiento. Veamos tres ejemplos de sus escritos, pertenecientes a la misma época. 
El primero parte de un diálogo espontáneo con Jesús en una iglesia, sobre una carta que le ha escrito su tía María. Comienza comentando vocalmente la carta con Jesús, e incluso en un momento determinado no puede evitar echarse a reír:
“En este momento... llego del convento de las esclavas... Mira, a Jesús fui a contárselo todo como siempre que recibo carta tuya... Primero hice un acto de agradecimiento... Después, considerando delante de Él unas cosas que me dices, en las que me pides que no me enfade... yo se lo dije al Señor y nos reímos los dos un poco... Verdaderamente que eres una «pobre de solemnidad», querida hermanilla; qué gracia me haces... Dios sabe todo y yo todo se lo cuento luego a Él. Cuando así lo hacía esta tarde, me entró de repente una alegría tan grande de ver que el Señor me escuchaba y que se sonreía conmigo..., que si no llega a ser porque me di cuenta de la gente que estaba a mi alrededor, que si no, rompo a reír... Después me recogí mucho y esa alegría un poco intempestiva se trocó en una paz tan grande... Me olvidé de todo, de mí, de ti...”.
Sólo la tos aparatosa de una ancianita le sacará de su absorción y le hará ver que aún estaba en la iglesia, en la que permaneció “hasta que me echaron”. Aquí se ve bien el paso de lo exterior a lo interior: primero habla espontáneamente con Jesús, comenta con él carta, incluso se ríe con él, y luego viene lo interior: “me recogí mucho”, “me olvidé de todo, de mí, de ti”.
En todo está Él...
El segundo ejemplo muestra el uso frecuente que Rafael hacía de la imaginación en sus oraciones. Seguramente él conocía bien la técnica de la oración metódica, que recurre a la imaginación para crear un escenario interno en el que interviene no sólo la razón, sino también los sentidos y la imaginación. A esto se llamaba “composición de lugar”. San Ignacio lo recomiendo en sus ejercicios espirituales, que Rafael practicó abundantemente. Por ejemplo, si medito en las Bienaventuranzas, me imagino al pie del monte, entre la gente que la escucha, y así me introduzco lo más vivamente posible en la escena para suscitar un diálogo y una oración también lo más real posible. Algo así expresa el siguiente ejemplo, en que al ir a comulgar se imagina que está en la puerta del Cenáculo recibiendo de Jesús mismo la comunión:
“Acabo de recibir al Señor; fui a Misa de ocho con mi padre... Mira, a la puerta del cenáculo se está muy bien, y viéndole repartir el Pan a sus discípulos... siempre quedan unas migajitas para ti... Él te las da, y llenan de tal manera... Te manda, con una tierna mirada, acercarte, contarle tus cosas, consolarte... Ves su inmenso amor hacia ti... Todo desaparece: los discípulos e incluso tú mismo... Él lo llena todo...Entonces no hay penas ni alegrías, no sabemos qué decir..., no podemos; quedamos abismados en su regazo, y Él entonces habla al alma con una dulzura tan grande” .
“Abismados”, dice con una expresión que él utiliza con cierta frecuencia para referirse al recogimiento. Pero además abismados en su “regazo”. El regazo de Cristo, o su “dulzura”, son símbolos maternos que expresan la dimensión afectiva del estado de recogimiento, a partir de consideraciones externas. 
Por aquí le vinieron a Rafael la mayoría de sus consuelos y experiencias internas de Dios. El “abismamiento” es la forma interna que tiene su oración de regimiento, para llegar al cual, el uso de la imaginación juega un buen papel. 
El texto citado nos muestra cómo ha elaborado toda una escenificación: la puerta del Cenáculo, Jesús repartiendo el Pan a sus discípulos, las migajas que sobran, Jesús que se las da, la mirada “tierna” que arroja sobre él desde la distancia. 
Todo este cuadro sirve para que en su rica afectividad se encienda enseguida el amor sensible, la “dulzura”. Lo clave aquí es esa “ternura” que él pone en la mirada de Jesús hacia él. Rafael proyectó siempre una ternura suya sobre Jesús y una ternura de Jesús sobre él, y en ese intercambio sobreviene el abismamiento en el “regazo” de Cristo.
Otro ejemplo más, en la misma carta:
“Mañana, cuando te acerques a comulgar, le dices al Señor lo que te pasa... Le pides que Él sea tu confesor, tu padre espiritual, tu amigo entrañable, y que como te ves muy sola, que le necesitas a Él para todo. Se lo dices con humildad, con sencillez, tal como eres; le cuentas al detalle sus sufrimientos, no para que te los quite, no; sino para desahogarte con Él. Tus penas son las suyas; tú quieres ser suya, pues empieza por eso, por dárselo y contárselo todo... Le dices que yo te lo he dicho, te apoyas en sus rodillas y sobre la humilde túnica de Jesús, depositas tus lágrimas... Saldrás transformada y muy contenta”.
Y luego le dice: “Ya verás, querida hermana, ya verás qué bien te va así. Si no te da resultado me lo dices... ¿Harás así la comunión mañana? No necesitas ni preparación, ni oraciones, ni nada de eso”.

3. DIOS DEBE REINAR HASTA EL EN AIRE QUE RESPIRAMOS
Si el recogimiento es el término habitual de las rumias y meditaciones de Rafael, no deja de ser uno de los aspectos de su oración, el más profundo, si se quiere, pero no el único. La búsqueda del acto único de amor tiende a impregnar todos los momentos y actividades, y no sólo cuando uno va a rezar. 
Rafael buscó claramente una conciencia continua de Dios en medio de la vida y de cualquier actividad; búsqueda que puede sintetizarse en esta frase que Rafael escribe en una meditación que lleva por título: “Sólo Tú”: “Dios debe reinar hasta en el aire que respiramos, en la luz que nos ilumina” . En eso consiste el recuerdo de Dios sin “distracción”.
“Buscar a Dios en todo”, “amarle en todo”, “referirlo todo a él”, son expresiones suyas que muestran el modo como intenta alcanzar ese “reinado”. Un texto de su Apología del trapense, de sus primeros tiempos, nos enseña cómo realizaba él, en la práctica, esa aspiración:
“Mis impresiones de lo que mis ojos ven por el mundo en donde estoy, están vistas a través del prisma de Dios... No lo puedo ver de otra manera, ni quiero tampoco... Si me impresiona un paisaje es porque en él veo a Dios, y los colores, los vientos y el sol, son obras suyas... En las criaturas, o sea, lo mismo en los hombres que en los seres irracionales, también veo a Dios; en la grandeza de las almas para alabarle, y en la miseria de los cuerpos para implorarle... En los actos de la vida también veo a Dios, y todo con Él lo relaciono... Un hecho en sí no tiene valor si no se encamina a un fin; el hecho será bueno si el fin es bueno, y malo si el fin es malo. Y es bueno cuando el fin es Dios, y malo cuando todo lo contrario. Y como para mí lo único que me interesa es Dios, al analizar un hecho, una impresión de mis sentidos o un acontecimiento que me impresione, lo primero que busco es a Dios, analizo mis ideas para, en ellas, tropezarme con Él, y encamino mis actos para que por medio de ellos me conduzcan a Él... ¡Y esto es tan fácil!... Incluso el comer, el reír, el hablar..., todos, todos los actos que hacemos en la vida corriente, lo podemos encaminar a ese fin..., y así resulta que haciéndolo todo por Dios, todo es bueno, y con las más insignificantes cuestiones de la vida, podemos elevar el corazón a Él y a Él encomendárselo todo.”
Aquí se ve cómo la búsqueda de la conciencia permanente de Dios requiere una actitud vigilante que eleve el corazón a Él hasta en las cosas más nimias. Todo lo que vivimos en nuestra jornada puede ser un medio para ello: los paisajes, los colores, las plantas, los animales, la hermosura de un alma, la pobreza de un cuerpo, el trabajo cotidiano, las ideas que pensamos, en todo podemos “tropezarnos”, como él dice, con Dios, que está con nosotros en todo momento:
“En todo está Él... En el coro, en el campo, en el trabajo, lo mismo cuando comemos que cuando dormimos... Todo es lo mismo, pues todo nos recuerda a qué hemos venido al monasterio, que es a buscarle en la austeridad, en el silencio, en la iglesia, en la huerta, y lo mismo dentro, que fuera de nosotros mismos.
Debemos ver al Creador en todo lo que nos rodea, sea hermoso y agradable, o feo y repulsivo... Todo es obra suya; nada hay inútil debajo del sol; y tan necesarios son esos días en que el alma está inundada de la luz de Dios, y parece que todo sonríe, como cuando las tinieblas de la desolación se apoderan de ella, y todo el cielo encapotado de nubes, pesa y parece que nos va a aplastar. La cuestión es ver a Dios en todo... No perder ni un minuto de nuestra vida.” .
Como es lógico, esto no es algo que se realice sin esfuerzo ni lucha. A pesar de haber dicho que “¡eso es tan fácil!”, las distracciones y despistes son inevitables, y él mismo confiesa que muchas veces no puede mantener su propósito. ¡Cuántos momentos del día nos abandonamos al “olvido” y ni nos acordamos siquiera de que Dios existe y que en él nos movemos, existimos y somos! ¡Cuántas veces nuestro ideal se queda sólo en el deseo!
“¡Qué grande es Dios!”
“Pero Señor..., Vos sabéis que, aunque este es mi deseo, cuántas y cuántas veces me olvido de que existes, y me porto como si Tú no me vieras... Cuántas veces al cabo del día he hablado sin tenerte presente y me he ocupado en mil quehaceres que, aunque no son malos, como no te los he ofrecido, pierden su valor...Señor, si Tú lo eres todo, ¿cómo es posible que yo, aunque sea por un momento, te olvide?
Señor, miradme bien y veréis que, aunque no merezco que me atendáis, podréis ver que aunque estoy ocupado en mil cosas y menesteres, mi espíritu lo tengo en Vos, y si alguna vez me distraigo, y las criaturas me apartan un solo momento de Ti, tened en cuenta que soy débil, que mi corazón es humano, y que soy un hombre lleno de imperfecciones. 
Mi deseo es veros en todo lo que me rodea, no pensar más que en tu Amor infinito hacia mí, y tenerte siempre presente, lo mismo en el sueño que en la vigilia, cuando río y cuando lloro, que todo lo encamine a tu fin y que me falte todo menos Tú, pues teniéndote a Ti lo tengo todo.”
El amor tiende al acto único y continuo, más para ello tiene que luchar contra el olvido y todo lo que éste genera, hasta que Dios reine realmente en cada respiración y en cada parpadeo de los ojos, en el sueño y en la vigilia, en la risa y en el llanto: “¡Cuántas veces me olvido de que existes!”. El olvido, la desmemoria, es el principal obstáculo del acto de amor, que es fundamentalmente recuerdo o memoria del amado.

4. LA VÍA ADMIRATIVA
El amor, visto desde el punto de vista de la oración, reviste muchos matices en el hermano Rafael. A veces tiene la forma de un consuelo sensible, otras la forma de la Cruz o de la compunción regada por las lágrimas. 
Con frecuencia se expresa en deseos vehementes de Dios, y de muchas otras formas. Una de ellas es la admiración: el amor admirativo, que es lo que vamos a ver ahora, porque ocupa un lugar importante en su experiencia de oración. 
El sentido que él siempre tuvo de la grandeza de Dios y del amor desproporcionado de Dios hacia él fue adquiriendo un progresivo carácter admirativo, que desembocó en ocasiones en el asombro y en el pasmo.
La admiración impregna fuertemente la vida de oración de nuestro hermano, en todos los ámbitos en que ésta generalmente se expresa. Admiración orante y contemplativa, que Rafael sintetiza con cierta frecuencia en la expresión: “¡Qué grande es Dios!” . Precisamente así reza también el título de la primera de sus Meditaciones de un trapense, escrita al poco tiempo de su segundo ingreso en el monasterio. En ella aparecen tres ámbitos distintos donde se manifiesta el amor admirativo: el mundo, el secreto del corazón y en todos los actos de la vida:
“¡Qué grande es Dios! Ésa es la primera exclamación que sale de un corazón de veras enamorado de Él, cuando a la vista del mundo exterior que rodea al monje, contempla las maravillas de la creación.
¡Qué grande es Dios! Vuelve a exclamar cuando, cerrando los ojos a todo lo que es criatura, a todo lo que es externo, reconcentra la vista en su propia alma, le busca en su corazón y se retira al silencio. ¡Qué grande es Dios! He aquí la única..., la continua meditación de ese trapense, que sigue su Regla en silencio, bien o mal.”
Ante todo y en primer lugar, la admiración aparece como fruto del amor: “la primera exclamación que sale de un corazón de veras enamorado”. Por eso, la admiración está allí donde está el amor: en lo exterior o en lo interior, en las maravillas de la naturaleza o en el recogimiento del espíritu, más allá de la “niebla” de los sentidos corporales. 
Pero además, como el amor tiende a ser “indistraído”, la admiración tiende también a abarcar la vida y a convertirse en una consideración continua del alma: “ha aquí la única..., la continua meditación de ese trapense”.
Y es que Dios es grande en todos los ámbitos de la existencia. No sólo en la creación o en el silencio interior del alma. Su grandeza se manifiesta igualmente en las fatigas y sudores del trabajo cotidiano, en el silencio de los claustros o en la última oración de la jornada cuando, postrado a los pies de María, Refael, el monjecillo, deposita ante la Señora las obras de la jornada que acaba de terminar. Todo deja en él un sentimiento indecible de la inmensidad divina, del Absoluto que todo lo llena y ante el cual su pequeñez humana enmudece, queda absorta y siente deseos de desaparecer:
“En la vida espiritual, en la vida interior, no hay principio ni fin..., no hay más que Dios, y se mire de una manera o de otra, siempre, después de cualquier reflexión, se ve uno tan pequeño, tan menudo e insignificante..., tan nada delante de Él, que solamente queda en el alma esa impresión tan difícil de explicar... Esa impresión de la inmensidad y grandeza de Dios... Ese sentimiento ante el cual la palabra enmudece, quisiera el alma no verse, desaparecer, no ser ni existir, y solamente la grandeza de Dios... En fin, me pierdo” .

Se pierde, dice. Cuántas veces utiliza expresiones semejantes para significar el límite de un razonamiento. En sus escritos de primera épica, la dimensión admirativa destaca sobre todo el primer aspectos de los tres arriba mencionados: el de la contemplación de la grandeza de Dios en la creación. En la belleza natural, él descubrió siempre la presencia inmanente del Dios que todo lo llena, y que acaba absorbiendo la mirada contemplativa: “entonces no vemos nada -escribe- le vemos a Él en todo, todo lo es Él”. Es el “abismamiento” de que antes hemos hablado.
(continúa....)

CÓMO ORABA EL SANTO HERMANO RAFAEL...

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No son contemporáneos estos dos grandes amigos nuestros,  pero creo que como buen cisterciense nuestro Hermanito Carlos de Jesús hubiese tenido muy cerquita del corazón las palabras del santo Hermano Rafael....
¡Qué grande es la misericordia de Dios! 
La forma interna de su oración
QUÉ GRANDE ES DIOS
Es evidente que Rafael practicó ampliamente la contemplación de la Naturaleza, con la que siempre vibró su sensibilidad. En las grandezas naturales veía el mejor reflejo de la grandeza divina. Ante un paisaje grandioso, ante la extensión ilimitada del mar, experimentaba su propia pequeñez, pero asimismo la pequeñez de aquellas mismas grandezas naturales comparadas con la de Dios:
“Cuando vemos la grandeza de Dios en la creación ¡somos tan pequeñitos! Pero cuando vemos el amor, y nada más que el amor..., entonces nos parece chico... Todo desaparece, y el alma se ensancha..., vuela a Dios, no hay sitio para ella... Qué pequeño es todo. La obra de Dios es grande y maravillosa, pero es infinitamente más grande y maravilloso el mismo Dios”
Rafael vibra intensamente con las bellezas naturales, pero éstas no son, en último término, sino un reflejo que nos debe remitir a su Modelo:

“Al contemplar los serenos cielos de Castilla, ese trapense ve en ellos la grandeza de Dios; su alma se abisma en la bondad del Criador, y elevando el corazón sobre las cosas de la tierra, prescindiendo de sus sentidos, y viendo la vanidad de todo, exclama: Señor, admirable eres en tus criaturas; por medio de ellas te manifiestas a mi alma, pero no permitas que en ellas me quede. Hermoso es el cielo, la tierra y sus moradores, pero no eres Tú, y a Ti quiero llegar a través de todo y de todos.”
Sería bueno releer en este contexto su meditación titulada: “Lo que veo desde mi ventana” para ver el valor, al mismo tiempo que la desproporción, entre la grandiosidad del mundo comparada con la de Dios. Claro está que esta espiritualidad del trascendimiento no anula el valor de la naturaleza como verdadero reflejo de Dios. El “abismamiento” no elimina la creación, la cual es asumida en la admiración amorosa del alma y es motivo de alabanza a la gloria divina:
“El alma se dilata al abismarse en la grandeza de Dios, manifestada en los cielos bajo los cuales ese monje trabaja... La creación entera está sujeta a la mano del hombre..., todo canta las glorias de Dios..., los trigos, las flores, los montes y el cielo... Todo es un concierto sublime de armonía; nada falta y nada sobra. Todo lo que hace Dios está bien hecho.”
Los términos utilizados al escribir de estos temas: dilatación, abismamiento, inmensidad, éxtasis, independientemente del alcance que tengan en su espíritu, revelan la experiencia frecuente del llamado sentimiento oceánico, de la ilimitación y la infinitud. 
Lo cual no tiene nada de extraño en alguien que pasaba horas admirando las obras de Dios y a Dios en sus obras con san Juan de la Cruz bajo el brazo. 
Motivos tenía para ello: tenía los acantilados del Cantábrico abiertos al mar, las montañas de Asturias con “los mares de niebla” encajonados en sus valles, la noches estrelladas de Castilla y tantas otras cosas, que fueron fuente abundante de experiencias espirituales, sobre todo en los tiempos en que su enfermedad no le obligó a vivir entre cuatro paredes.
Más adelante, cuando en razón de su aislamiento se vea alejado del contacto con la naturaleza, todo esto quedará en segundo plano, pero no desaparecerá. De hecho, fue una de las cosas a las que más le costó renunciar. La prueba de la importancia de este tema en su vida de oración, es aquella estampa dibujada poco antes de su muerte, que ha servido de modelo para la vidriera de su capilla en el monasterio de san Isidro. La estampa representa a un monje con los brazos extendidos entre montañas y árboles, que adora a Dios en la belleza proyectando tras de sí una sombra en forma de Cruz. Al pie puede leerse: omnis terra adoret te.
Sin embargo, la admiración no aparece sólo en presencia de lo exterior. Ya hemos dicho que también aparece en el recogimiento interior, cuando ese “trapense” de que antes nos hablaba -o sea él mismo- “reconcentra la vista en su propia alma, busca a Dios en su corazón y se retira al silencio”
Aquí, buscando a Dios en su interior, la admiración presenta al menos dos rasgos: uno es el asombro cada vez mayor por el amor desproporcionado de Dios, en primer lugar hacia él, a pesar de su pobreza, pero también en general; otro -complementario del primero- es la admiración por la Misericordia divina, que ejerce ese amor desproporcionado descendiendo hasta donde se halla el pecador, ocultándose en la humildad de un Sagrario y llegando, en la comunión eucarística, hasta el corazón mismo de la criatura.
Una meditación de su primera época expresa de forma muy bella este aspecto. En ella se ve cómo el asombro se convierte en oración, en una rumia de la Misericordia de Dios, frecuente en Rafael, en la medida en que se vio favorecida por su experiencia creciente de la pobreza y del sufrimiento:
Déjame, Señor, vivir al pie de tu Cruz...
“¡Qué grande es la misericordia de Dios. El alma de ese hombre, que hoy se ha acercado en la comunión a Dios, no sabe expresarla. ¡Qué grande es la misericordia de Dios! El corazón de ese pobre trapense que hoy, sin él comprenderlo, atónito de admiración, ha tenido dentro de sí a Dios..., no sabe decir nada.
¡Qué grande es la misericordia de Dios! Esta exclamación la va repitiendo lentamente, sin llegar a comprenderla... Su alma se abisma en la grandeza del Criador, que se digna descender hasta la criatura...
¡Qué grande es la misericordia de Dios!, va lentamente repitiendo por los claustros del monasterio, mientras las primeras luces del alba penetran poco a poco a través de los amplios ventanales, anunciando la aparición del sol... Y el nuevo día amanece como contestando con los trinos de los pájaros, y la alegría de la luz, a la exclamación de ese trapense, que allá adentro en su corazón, no se cansa de cantar las misericordias y las grandezas del dueño absoluto de la creación entera.”
El amor del hermano Rafael fue siempre admirativo. Lo fue incluso cuando se convirtió en un amor crucificado, y por tanto en una oración crucificada.

5. LA VÍA DE LA CRUZ
Como es sabido, la experiencia de Rafael está marcada por un sufrimiento elaborado espiritualmente en clave de identificación con la Cruz de Cristo. 
La experiencia de la Cruz fue un crisol y una escuela donde su amor espontáneo a Dios fue tomando la forma de la Cruz hasta convertirse en “amor eucarístico”, como él mismo le llamará. Ahí aprendió, no teóricamente sino en su propia carne, esa ciencia espiritual a la que dio diversos nombres: ciencia del amor, ciencia de la caridad o ciencia de la vida de Cristo , donde su espiritualidad adquirió su mayor hondura.
Él mismo dirá que aprendió esa ciencia a base de golpes y caídas. Pero sobre todo a base de leer esos golpes y caídas a la luz de Dios. Es decir, a base de mucho meditar, de mucho considerar, de mucho orar a los pies de la Cruz de Jesús. Por eso el sufrimiento, la Cruz: la suya en la de Cristo y la de Cristo en la suya, fue cada vez más el lugar preferencial donde se explayó la oración de Rafael y su amor “indistraído”. Así lo dirá él mismo al final de su vida:
“Déjame, Señor, vivir al pie de tu Cruz..., de día, de noche, en el trabajo, en el descanso, en la oración, en el estudio, en el comer, en el dormir..., siempre..., siempre. Es en la Cruz donde siempre he hallado consuelo. Es en la Cruz donde he aprendido lo poco que sé... Es en la Cruz donde he hecho siempre mi oración y mis meditaciones... En realidad no sé otro sitio mejor, ni acierto a encontrarlo..., pues quieto.”
Pues quieto, dice. Ahí quieto oró, meditó, clamó, lloró y recibió de la gracia sus más hondos consuelos. Porque la oración al pie de la Cruz es un poco todo eso: unas veces es escucha y meditación, otras clamor y quejido, otras ardiente súplica, otras llanto, otras quietud, consuelo y recogimiento del espíritu. De todo ello, lo primero es la escucha. La escucha de la Cruz, del Amor infinito clavado en un madero, y la consideración de todo lo que ahí nos enseña Cristo. En ella podemos aprender “el perfecto conocimiento de Dios y de sí mismo”. Conocimiento al que se llega escuchando, meditando,
“poniéndose ante esa Cruz en la que murió todo un Dios. A sus pies, y sin ruido de palabras, se llega a ver -a contemplar- el Amor infinito clavado en un madero. A sus pies se aprende a amar a Cristo, a “despreciar” el mundo y a conocerse a uno mismo” .
Sin ruido de palabras, dice. Porque la Cruz ha de ser ante todo escuchada, para ser aprendida. Por eso escribirá al final de su vida que “Jesús necesita almas que en silencio le escuchen”. Porque a la hora de la verdad nadie escucha la Cruz. Todos estamos embebidos en nuestra palabrería interior y exterior, en nuestro ruido, en nuestro “olvido” y nuestra “distracción”. Rafael dirá incluso que en nuestra locura, con la cual nos tenemos cuerdos:
“El mundo loco no escucha... Loco e insensato vuela embriagado en su propio ruido... no oye a Jesús que sufre y ama desde la Cruz” .
Ahí, en esa escucha, se aprende la ciencia de la Cruz, y se olvida todo lo del ego: “allí todo se olvida... Al ver tus llagas, Señor, un solo pensamiento domina al alma... Amor... sí, amor para enjugar tu dolor, amor para endulzar tus heridas, amor para aliviar tanto y tan inmenso dolor” . He ahí la Cruz escuchada.
Si embargo, al pie de la Cruz la oración no es siempre escucha. A veces, cuando el sufrimiento es demasiado, también es grito y quejido:
“Señor, ayúdame..., atiéndeme en la tentación; no me dejes, Señor, pues yo solo ¿qué podré hacer?... ¿A dónde iré con mi dolor? ¿Quién atenderá mis quejidos? Sufro, Señor, Tú lo sabes... ¿Hasta cuándo prolongarás esta vida mía, inútil para Ti, y para todos, pues aunque en momentos de generosidad deseo sufrir por el mundo entero, y me ofrezco a Ti, para lo que Tú quieras..., son tan pocos los momentos en que pienso así..., es tanta la sensualidad de mi carne, y la flaqueza de mi espíritu, que ya ves, Señor... cuántas veces desfallezco. Nada soy, y nada valgo... ¿Qué se puede esperar del lodo, del barro miserable..., débil y enfermo? Señor..., Señor, no tardes... Ayúdame; mira que mis pies vacilan si me veo solo... Mira que no sé hasta dónde llegaré y quisiera, Señor, llegar al fin, pero al ver mis pies ensangrentados, y con tanto dolor... ¿resistiré?... No me dejes, buen Jesús... Ampárame, Virgen María” .
Y junto al quejido, la súplica ardiente y el llanto:
“Agarrado a ella (a la Cruz) con todas mis fuerzas, juntando mis lágrimas a tu sangre y gritando con gemidos y aullidos..., queriendo volverme loco..., loco por tu santísima Cruz..., óyeme, ¡oh Señor!, atiéndeme y no desprecies mis súplicas... Limpia con el agua de tu costado mis pecados enormes, mis faltas, mis ingratitudes; llena mi corazón con tu sangre divina, y sosiega mi alma que no cesa de clamar: «Déjame, Señor, vivir junto a tu Cruz, y no permitas que de ella me aparte» .
Desde diversas perspectivas, el llanto ocupa un lugar muy importante en la vida espiritual de Rafael. Visto desde la oración, fue quizá su mejor vía hacia el recogimiento, ya que es sabido el poder que en este sentido tienen las lágrimas espirituales, consideradas desde antiguo como fuente de alegría, de pureza en la mirada, de pacificación interna y antesala de la contemplación. Rafael sintió por ellas mucho aprecio y las colmó de piropos. Las llama perlas que adornan el sagrario, obsequio que hace cantar a los ángeles, bálsamo, dulces quejidos del alma, canto dulcísimo que fortalece la fe, la esperanza y la caridad. Pero sobre todo las ve desde la perspectiva de la bienaventuranza de Jesús de los pobres, como el único consuelo de aquellos que nada tienen más que llorar delante del Señor:
“¡Qué intimidad tan grande la de Jesús con los que lloran! ¡Benditas lágrimas, penas y enfermedades, que son nuestro tesoro, lo único que poseemos, que nos hace acercarnos a Jesús, ya que el poco amor que poseemos hacia Él, es tan flojo y débil que solo no basta...!”.
La oración con lágrimas siempre es consolada. Por ellas, la Cruz, la experiencia de lo peor, se convierte en la experiencia de lo mejor, es decir de los consuelos divinos: esas “dulzuras inefables que se rumian en silencio, y que apenas el hombre se atreve a explicar” . Por eso, si por la Cruz le vinieron a Rafael sus mayores sufrimientos, también le vinieron sus mayores experiencias de oración, a las cuales podemos asomarnos a través del rocío de sus lágrimas. Estas experiencias, al menos hacia el final de su vida, alcanzan estratos muy profundos de su espíritu, como cuando escribe: “sentí su amor muy adentro”. En la Cruz escuchada, meditada, gritada, llorada y consolada vivió también Rafael su experiencia interna de la oración, acompañando a María.

6. BREVE CONCLUSIÓN
El secreto de la oración, en Rafael como en todos los grandes orantes, es el hambre de Dios y de verle, un hambre que mueve todas las fibras del ser hacia este objetivo. En el caso de Rafael, este hambre tiene la forma de un “ansia”, como él le llama tantas veces: de un ardiente e inextinguible deseo. En este sentido, a mí personalmente me gusta mucho la expresión “dictados del corazón” que aparece una única vez en sus escritos, cuando explica su vocación al Abad del monasterio en la carta en que solicita por primera vez su ingreso, y antes, por tanto, de cualquier relación con la enfermedad y la Cruz. Con ella expresa su vocación más natural y espontánea:
“Cuando hago mi examen y me veo un poco por dentro, veo claramente que no hago más que seguir los dictados de mi corazón, mis ansias de llenarme de Dios y nada más.”
El ansia expresa una pulsión amorosa que no tiene nada que ver con la emotividad sensible, sino que nace de aquel lugar interno del alma donde el Espíritu gime con gemidos inefables. En esa pulsión está el secreto de la oración de nuestro hermano, el motor que le impulsa a orar, porque ya hemos visto que su oración consiste básicamente en un “ejercicio de amor”, el cual, en la medida que es real, se afana y lucha por ser continuo e “indistraído”, ya que “el amor a Dios no podemos dejarlo quieto. Siempre más, siempre más” .
Esta tendencia al “siempre más” de un amor que no es posible dejar quieto porque entonces se muere, es la historia misma de la oración. Por ella sus diarias visitas a la Iglesia y al Sagrario, por ella su rumia de la Escritura y de los escritos de los santos, o su búsqueda de Dios en la belleza de la creación. Por ella sus risas y sus lágrimas, su riqueza y su pobreza y toda su vivencia del misterio de la Cruz. Por ella, y sólo por ella, estamos hoy aquí reunidos hablando de la oración en el hermano Rafael.
Antonio María Martín Fdz-Gallardo
Monasterio de Alloz

Hermanitas de Jesús, desde la óptica de su responsable...

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Rosaura de Jesús
Responsable General de las Hermanitas de Jesús
* "Hemos optado por vivir pobres con los pobres. Acostumbramos a trabajar en fábricas, empresas de limpieza o en el campo"
* "Nuestra misión es vivir como contemplativas en medio del mundo, compartiendo  con los vecinos y amigos"
* "Estamos para construir el puente entre la realidad más cruda del mundo, las periferias, y la Iglesia. Esta gente no va a la iglesia. Por eso vamos nosotras a ellas. Y lo hacemos desde la amistad y desde la vida.
* "Muchas veces nuestra casa se convierte espontáneamente en un espacio sencillo de encuentro y oración. Lloramos, reímos y oramos juntos, sin demasiados formulismos. De esta forma les intentamos acercar a la realidad eclesial y el Evangelio, que es también suyo aunque a veces se sientan excluidos"

Una iglesia pobre y para los pobres. El sueño del Papa Francisco se hace realidad en las Hermanitas de Jesús. Su opción radical por la pobreza constituye el núcleo mismo inspirado por el hermano Carlos de Foucauld y la hermanita Madeleine de Jesús. 
Lo explica la hermanita Rosaura, responsable desde hace cuatro años de la fraternidad en España y Portugal, que ha pasado la mayor parte de su vida trabajando en una empresa de limpieza, que entre friega y refriega, se escapa a la cárcel de Málaga, donde ha encontrado su particular «segunda residencia».

-Lleva más de 30 años siendo hermanita de Jesús... ¿Qué le atrajo de este carisma?
-Entré en la fraternidad con 26 años. 
La conocí a través de unos escritos de Carlos de Foucauld en Cavall Fort. Era muy jovencita. 
Me llamó mucho la atención la radicalidad con la que este hombre buscó el Absoluto de Dios. 
No se conformó ni instaló, siguió siempre buscando...
Más tarde, en el tiempo del discernimiento vocacional, cuando me empecé a plantear qué quería hacer con mi vida, conocí al hermano Adrià Trescents y entré en contacto con el mundo de la marginación. 
Sentí que aquello era lo que quería vivir y un sacerdote amigo me animó a conocer a las Hermanitas de Jesús.
Realmente su carisma respondía muy bien a lo que estaba buscando y ardía en mi interior: «Sí, yo quiero vivir con la gente; no quiero hacer nada por los demás, sino hacerlo con ellos. Quiero ser una mujer contemplativa en medio del mundo.»

-¿Contemplativa en medio del mundo?
-La gracia y la gran aportación de la hermanita Madeleine de Jesús, fundadora de la fraternidad, fue sacar la vida contemplativa de la clausura. 
Su carisma, siguiendo las huellas del hermano Carlos de Foucauld, es una invitación a ser contemplativos en medio del mundo. La clave de nuestra vocación se halla en Nazaret. Jesús vivió 30 años de vida oculta en Nazaret y sólo 3 años de vida pública. 
Tengo la sensación de que en la Iglesia quizás nos hemos fijado demasiado en la vida pública, pero que hemos profundizado poco lo que significan estos 30 años de vida oculta en Nazaret sin que nadie lo identificara como Hijo de Dios.
Este Nazaret del día a día, de dignificar el trabajo sencillo, la vida de pueblo, las relaciones de amistad... ¡Ésta es nuestra espiritualidad! 
Nuestra misión es vivir como contemplativas en medio del mundo, compartiendo el día a día con los vecinos y amigos.
Nuestro apostolado es el de la amistad. Queremos proclamar el Evangelio con nuestra vida y esto tiene que ser una invitación al resto de cristianos a vivir siempre conectados con Dios.

-¿Cuál es el secreto para ser contemplativos en medio de un mundo cada vez más lleno de ruidos e impactos externos? Vosotras, además, vivís en barrios no precisamente tranquilos...
-El único secreto es que Jesús está en el centro. La clave es la relación con él. Es aquí donde nos jugamos el equilibrio. Si vivo el día a día centrada en Jesucristo, puedo hacer todo lo que sea necesario sin perder la paz.
Me gusta hablar de «la presencia en la Presencia», es decir, vivir presente el que es el gran Presente. ¡Es este Dios Padre amoroso de todos, que lo invade todo, y que está en el corazón de mi hermano!
Con las hermanitas, viviendo en pequeñas comunidades muy modestas, he aprendido a rezar por las calles, en el autobús, trabajando... también en la capilla con el ruido de fondo de las motos, la televisión o los gritos de los niños.
«Rezar —como decía el hermano Carlos— es pensar en Dios amándole.» Entiendo la contemplación como un enamoramiento.
Por eso si vives enamorada puedes orar en cualquier lugar y situación. Es en la vida donde encuentro a Dios. Un Dios de comunión, de relación, de amor.
-Pese a contar con una carrera universitaria, se ha dedicado casi toda su vida profesional a la limpieza. ¿Cómo se explica esta opción por los trabajos aparentemente más modestos?
-Entiendo que nuestra vocación es difícil de entender, incluso dentro de la Iglesia. Las hermanitas hemos optado por vivir pobres con los pobres. 
Por eso acostumbramos a trabajar en sitios muy sencillos y poco cualificados, como fábricas, empresas de limpieza o en el campo con los temporeros.
Son lugares donde el mundo religioso y la Iglesia no acostumbran a estar demasiado presentes. 
Yo nunca he tenido una compañera de trabajo que fuera monja. 
Tanto es así que mis compañeras de trabajo no se creen que yo lo soy. «¿Pero monja católica?», me preguntan «Sí, sí», les digo, «católica de verdad, de las del Papa de Roma». [Ríe]
 Si vives enamorada puedes orar
en cualquier lugar y situación.

-Realmente es difícil de creer.
-Las hermanitas estamos para construir el puente entre la realidad más cruda del mundo, las periferias, y la Iglesia. Esta gente no va a la iglesia. Por eso vamos nosotras a ellas. Y lo hacemos desde la amistad y desde la vida.
Muchas veces nuestra casa se convierte espontáneamente en un espacio sencillo de encuentro y oración. Lloramos, reímos y oramos juntos, sin demasiados formulismos. De esta forma les intentamos acercar a la realidad eclesial y el Evangelio, que es también suyo aunque a veces se sientan excluidos.
Porque nuestra casa también es la Iglesia. Es verdad que lo que hacemos no responde al estándar de la eficiencia que el mundo nos intenta imponer, pero estoy convencida de que así estamos poniendo nuestro granito de arena en la construcción del Reino: ¿cómo se mide el amor, la atención, la acogida? La gratuidad es un valor clave en mi vida.

-Con el Papa de la pobreza os sentiréis muy en sintonía...
-Con el Papa Francisco nos sentimos comodísimas... Lo que hemos vivido toda la vida ahora el Papa lo subraya día tras día. ¡Qué alegría! Si quieres compartir la vida de los pobres tienes que vivir como ellos. ¡No podemos montar un convento que no sea un piso como el de los demás en el barrio de La Palmilla [Málaga, España]! Sería una contradicción. A menudo vivimos de alquiler, sin grandes posesiones... 
Compartimos la vida de personas que viven con los 400 euros de la pensión no contributiva. 
Nuestra preocupación no es resolver problemas, sino vivir los problemas con la gente e intentar resolverlos juntos. 
No tenemos ninguna varita mágica, pero podemos buscar juntos qué podemos hacer.
Nuestra vocación es una especie de permanencia de 24 horas. Pero que no es permanencia, porque no hacemos ningún sacrificio, ¡ésta es nuestra vida! Es muy distinto venir a trabajar al barrio que vivir en un barrio como el nuestro.

-¿Implica mucho desgaste una opción de vida como la vuestra?
-Nuestra vida vivida desde el Evangelio no sólo no provoca desgaste, sino que te da una fuerza que no hay quien la detenga. Me siento más viva, motivada y fortalecida que hace 30 años. No soy tan miedosa como antes.
Ahora me canso más físicamente, y las rodillas me duelen más, pero no me siento desgastada. Una vida como la nuestra no debería cansar. 
Para mí es un camino que permite vivir cada vez más plenamente la experiencia de un Dios presente en la vida y en la historia. ¡Esto es fascinante! Y si, además, sirve para que los demás tengan más esperanza, ¡mejor aún!
Samuel Gutiérrez / Aleteia / Camino Católico


Documental testimonial de las Hermanitas de Jesús 
en el que interviene Rosaura de Jesús


Si el grano de trigo, no muere….

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Hacia el CENTENARIO del martirio del Beato Carlos Foucauld (1858-1916).


2015: AÑO FOUCAULD.

Para motivar parroquias, diócesis, seminarios, institutos, escuelas, congregaciones religiosas, las comunidades que viven y de la Alianza para promover eventos para vivir y festejar el Centenario de la pascua de nuestro Hermano Carlos de Jesús.

8 SEPT 1933 Montmartre

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El 8 de septiembre 1933, René Voillaume y  otros cuatro hermanos comienzan su aventura con la ceremonia de termino del noviciado y envío a la misión en la Basílica del Sagrado Corazón de Jesús en París. 
Vale la pena indicar que era la primera vez que se filma una ceremonia religiosa en una iglesia.


Fraternidad de los Hermanitos de Jesús.
"Los Hermanitos de Jesús están llamados por Dios a vivir sólo para Él, participando en su designio de amor por los hombres. Comenzar a seguir al Señor Jesús, su amado hermano, que salvó al mundo;  vive en la tierra entre los pobres y humildes, un hombre entre los hombres y el amor para dar su vida en la cruz. Están llamados a la imitación de la vida de Jesús de Nazaret de la mejor manera que su vida contemplativa lo encarne en el mundo."

La misión en el desierto de hoy...

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En febrero de 2005 la revista 30 giorni, realizó una entrevista al cardenal Walter Kasper sobre el cristiano que en los primeros años del siglo XX construía sin ayuda tabernáculos para «transportar» a Jesús al desierto argelino.

En los primeros años del siglo XX, un francés amante de la literatura y famoso explorador, le aconteció vivir una de las aventuras cristianas más sugestivas del siglo pasado. 
Charles de Foucauld, el monje que sin ayuda construía tabernáculos en el desierto argelino para «transportar» a Jesús a los que no lo conocían ni lo buscaban, que murió a manos de los mismos tuáregs con los que había decidido vivir, en el silencio y en la oración, sin haber conseguido que ni uno de ellos se hiciera cristiano, será proclamado beato de la Iglesia este año.
En las filas cada vez más nutridas de los canonizados, De Foucauld parece a simple vista pertenecer a la categoría de los santos extremos, los que vigilan las tierras de frontera de la aventura cristiana en el mundo. Y, sin embargo, precisamente su historia irrepetible constituye un don de aliento y consuelo.
30Días ha hablado de esto con el cardenal Walter Kasper, presidente del Consejo pontificio para la promoción de la unidad de los cristianos, que es además un viejo amigo de Charles de Foucauld.
Cardenal Walter Kasper
30Dias: Este año Charles de Foucauld será proclamado beato. En 1905, hace justo cien años, llegaba a Tamanrasset, su meta definitiva, en el desierto argelino. Sé que siente usted predilección por la figura de De Foucauld y que ocupa un puesto especial en su vida de cristiano y de sacerdote. ¿Cómo lo conoció?
WALTER KASPER:En mis años de profesor de Teología en la Universidad de Tubinga me veía a menudo con un grupo de sacerdotes miembros y amigos de la comunidad “Jesus Caritas”, sacerdotes que seguían la espiritualidad de Charles de Foucauld. Participaba regularmente en sus reuniones mensuales que comprendían varios momentos: revisión de vida, lectura y meditación de la Sagrada Escritura, celebración y adoración eucarística y, por último, una cena fraternal. 
Fascinado por la figura de Charles de Foucauld fui a Argelia, a la montaña de Hoggar, donde había vivido él, y allí, en una cabaña en medio a la soledad de la montaña, hice mis ejercicios espirituales. Me acuerdo de que todas las tardes un ratoncito de ojos vivaces me visitaba para comer un poco de mi pan. En Tamanrasset, aunque también en otras partes, por ejemplo en Nazaret o aquí en Roma, me ha llamado siempre la atención la vida de las Hermanitas de Charles de Foucauld, su vida en la pobreza evangélica entre los pobres y su vida de adoración eucarística. Para comprender mejor la espiritualidad de Charles de Foucauld me han ayudado mucho los escritos de René Voillaume; algunos aspectos de esta espiritualidad han entrado también en mi libro Jesús, el Cristo.

En aquellos años, en los que participaba usted en las reuniones de los grupos “Jesus Caritas”, ¿qué es lo que más le impresionaba de Charles de Foucauld? ¿Por que consideraba interesante y actual su vida?
KASPER: Me veía con ese grupo de sacerdotes en una casa de monjas franciscanas que estaba en las afueras de Tubinga, en una zona muy bonita. Me conmovió la auténtica espiritualidad evangélica, espiritualidad de Nazaret, espiritualidad del silencio, de la escucha de la Palabra de Dios, de la adoración eucarística, de la sencillez de la vida y del abrazo fraternal. Más tarde comprendí la actualidad y la ejemplaridad del testimonio de Charles de Foucauld para los cristianos y el cristianismo en el mundo de hoy. 
Charles de Foucauld me parecía interesante como modelo para realizar la misión del cristiano y de la Iglesia no sólo en el desierto de Tamanrasset, sino también en el desierto del mundo moderno: la misión mediante la simple presencia cristiana, en la oración con Dios y en la amistad con los hombres.

Si lo juzgamos por los resultados inmediatos, De Foucauld parece un perdedor. Durante su vida en el desierto no hubo conversiones al cristianismo entre los tuáregs. ¿Qué sugiere proponer su historia ahora?
KASPER: El filósofo y teólogo judío Martin Buber ha dicho que el éxito no es uno de los nombres de Dios. Tampoco Jesucristo en su vida terrenal tuvo éxito; al final murió en la cruz, y sus discípulos, menos Juan y su madre María, se alejaron y lo abandonaron. Humanamente hablando, el Viernes santo fue un fracaso. La experiencia del Viernes santo forma parte de la vida de todos los santos y de todos los cristianos. 
Esto puede ser de consuelo para muchos sacerdotes que sufren por la falta de resultado inmediato, porque en nuestro mundo occidental, pese a todos los esfuerzos pastorales realizados, las iglesias están cada vez más vacías los domingos y la sociedad más descristianizada. Muchos tienen la impresión de predicar a oídos sordos. 
En esta difícil situación, el ejemplo de Charles de Foucauld puede ser de gran ayuda para muchos sacerdotes.

¿De qué manera se expresa esta ayuda?
KASPER:Podemos aprender que no se trata de nuestra misión o, por así decirlo, de nuestra empresa misionera, de una hegemonía cultural o de la ampliación de un imperio eclesial con estrategias sofisticadas y perfeccionadas de pedagogía, psicología, organización o cualquier otro método. Debemos hacer, por supuesto, lo que podamos, y podemos usar incluso métodos modernos, pero al final se trata de la misión de Dios mediante Jesucristo en el Espíritu Santo. 
Nosotros somos sólo el recipiente y el instrumento mediante el cual Dios quiere estar presente; al final es Él quien debe tocar el corazón del otro; sólo Él puede convertir el corazón y abrir los ojos y los oídos. Así, en la presencia, en la oración, en la vida sencilla, en el servicio y en la amistad humana, como la que vivió Charles de Foucauld con los tuáregs, el Señor mismo está presente y actúa. Hemos de confiar en Él y dejarle la decisión de cómo, cuándo y dónde quiere convencer a los demás y reunir a su pueblo.

Esto era lo que De Foucauld vio que había sucedido en su historia personal.
KASPER: Escribe en una meditación de noviembre de 1897: «Todo esto era obra tuya, Señor, y solamente tuya… Tú, Jesús mío, mi salvador, tú lo hacías todo, dentro de mí y fuera de mí. Tú me has atraído a la virtud con la belleza de un alma en la que la virtud me pareció tan bella que cautivó irremediablemente mi corazón… Me has atraído a la verdad con la belleza de esa misma alma»No podemos desde luego considerar a Charles de Foucauld el único modelo de misión para todas las situaciones, hay también otros santos ejemplares, como por ejemplo Francisco Javier, Daniel Comboni y muchos más, que representan otro tipo y otro carisma misionero. Las situaciones misioneras son diversas al igual que los retos y las respuestas. 
De todos modos, creo que Charles de Foucauld no es sólo un modelo para la misión en el desierto entre los musulmanes, sino también en el desierto moderno. Es emblemático que Teresa de Lisieux haya sido proclamada patrona de las misiones, ella, una joven monja carmelita, que no salió del Carmelo y no estuvo nunca en un país de misión; y, sin embargo, prometió dejar caer una lluvia de rosas desde el cielo después de su muerte.

No son raros los llamamientos a la misión, pero a menudo parecen abstractos y a veces incluso agotadores.
KASPER:También los cristianos somos hijos de nuestro tiempo; queremos planificar, hacer, organizar, controlar los resultados… 
Charles de Foucauld nos sugiere otra manera: imitar y vivir la vida de Jesús en Nazaret. Podríamos preguntarnos: Jesús, treinta años de vida oculta en Nazaret de los 33 que vivió, ¿fue acaso un tiempo perdido? Precisamente la realidad cotidiana, la realidad ordinaria es el verdadero espacio donde se manifiesta el don de la vida cristiana. 
Al respecto podemos recordar un pasaje importante de la constitución dogmática sobre la Iglesia Lumen gentium, en el párrafo 31, donde el Concilio habla de la misión de los laicos y dice que los laicos son fieles que viven en el siglo, es decir, en las condiciones ordinarias como el trabajo y las otras actividades diarias. «Allí, en las condiciones ordinarias de su vida manifiestan a Cristo por la irradiación de la fe, la esperanza y la caridad»
 Charles de Foucauld en 1902
A veces tenemos la idea equivocada de que para ser una laico comprometido en la misión se ha de ser un empleado eclesiástico, que en lo que le es posible participa en las tareas del sacerdote, se muestra activo en la liturgia, etcétera. Pero lo más importante es vivir el Evangelio en la vida diaria, en la oración, en la caridad, en la paciencia, en el sufrimiento, ser hermano de todos y estar convencido –como dice san Pablo– de que la misma Palabra de Dios, si es recibida y vivida por nosotros, corre y convence.

Muchos reconocen que los cristianos son hoy minoría. Y dicen que por ello hay que moverse, ser creativos, reavivar nuestra acción. ¿Le convence este planteamiento?
KASPER: Me convence sí y no. Sí, si los cristianos se despiertan, son conscientes de su situación, de los nuevos retos y de su misión. No podemos contentarnos del status quo y seguir como si no pasara nada. 
Esto vale sobre todo para la Europa occidental, que vive una profunda crisis de identidad, mientras que antaño estaba marcada claramente por el cristianismo. Europa debe despertarse de su indiferencia, que es una falsa tolerancia. Pero, por otro lado, existe el peligro de comportarse como los propagandistas de un lobby minoritario, o sea, sectario. En este sentido, no al fanatismo militante como lo vemos en muchas viejas y nuevas sectas, que hoy son un nuevo reto en todo el mundo. 
Sobre todo a partir del Concilio Vaticano II hace falta una estilo dialogante, es decir, una actitud de respeto también con aquellos que son definidos lejanos, que tal vez mantienen un vínculo tenue, pero resistente, con la Iglesia, y una actitud de respeto hacia la cultura moderna, cuya legítima autonomía reconoce el mismo Concilio. No queremos y no podemos imponer la fe, que por su naturaleza no puede ser impuesta; queremos –como dice el Concilio Vaticano II en el párrafo 1 de la constitución pastoral Gaudium et spes– compartir los gozos y las esperanzas, las tristezas y las angustias de los hombres de nuestro tiempo, sobre todo de los pobres y de cuantos sufren, y, mediante esta vida de participación, dar testimonio de nuestra fe.

¿Y De Foucauld tiene que ver con esto?
KASPER: Esta actitud era típica de Charles de Foucauld. Recordemos su amistad con los tuáregs y sobre todo con su jefe Musa ag Amastan. 
Él no hacía nada para convencer y conseguir prosélitos. Como máximo podía llevar a Cristo cerca de ellos, llevando el tabernáculo al desierto. Pero luego no ideaba estrategias elaboradas. Vivía simplemente su vida de oración y de trabajo. Sólo después de su muerte encontró discípulos, discípulos que hoy viven en medio de los más pobres compartiendo con ellos las experiencias diarias.

Recientemente, en los debates sobre las raíces cristianas de Europa, algunos pensadores laicos le han reprochado a la Iglesia su timidez a la hora de defender y proponer verdades y valores. ¿Qué piensa de estas acusaciones? ¿Qué diría De Foucauld?
KASPER: La acusación dirigida a menudo contra la Iglesia en su conjunto carece de fundamento; el Papa y muchos episcopados europeos se han expresado claramente y con fuerza en favor de la identidad cristiana en Europa. Pero al mismo tiempo es verdad que en algunos ámbitos y círculos dentro de la Iglesia existe cierta timidez y debilidad a la hora de defender y proponer la verdad y los valores cristianos. Esta actitud nace a menudo de una fe frágil que ha perdido sus certidumbres, su determinación, que confunde la tolerancia con la indiferencia. 
Charles de Foucauld no gritó grandes consignas: su conducta nace de una convicción totalmente distinta. Parte de una fe sólida y vivida, que en sí misma, incluso sin grandes palabras, era un testimonio fuerte y valiente, pero también humilde, del mensaje cristiano y de sus valores. Sin pretensiones de posesión, sin actitudes de desafío. 
Escribe a finales de 1910: «Jesús es suficiente. Allí donde está, no falta nada. Quien se apoya en él es fuerte gracias a su fuerza invencible». Un testimonio de este tipo puede llevar a los demás a reflexionar, a hacerse preguntas, puede suscitar admiración y, si Dios concede la gracia, también el deseo de compartir esta vida según los valores cristianos. De hecho, nuestra defensa de la identidad cristiana de Europa será convincente sólo si vivimos los valores que defendemos. No son las palabras, es la vida lo que convence. Como reconocía De Foucauld en un escrito de julio de 1899, «se hace el bien con lo que uno es, más que con lo que uno dice… Se hace el bien cuando se es de Dios, se pertenece a Él». Y cuando esto sucede, no hay que inventarse nada. Basta «quedarse donde uno está, dejar penetrar, crecer y consolidar en el alma la gracia de Dios, defenderse de la agitación».

También las peticiones de perdón por los pecados pasados han sido consideradas por algunos como una manifestación de debilidad. ¿Qué piensa usted de estas afirmaciones a la luz de la figura de De Foucauld?
KASPER: Charles de Foucauld tenía razón cuando pedía perdón por su vida derrochada antes de su conversión. Nos muestra que un nuevo inicio siempre es posible, por gracia divina. También nosotros en cada celebración eucarística comenzamos con un acto penitencial; esto sería algo impensable en una reunión de partido, de una empresa o de cualquier asociación. 
Haciendo esto, expresamos nuestra debilidad, lo cual es un acto de sinceridad, pero al mismo tiempo manifestamos la fuerza del mensaje cristiano de la misericordia y del perdón, es decir, de la posibilidad que Dios pueda realizar un cambio y dar un nuevo inicio también a una historia humana sin salida y sin esperanza. 
Escribe De Foucauld en una meditación: «No hay pecado tan grande, ni criminal tan empedernido, al que tú no ofrezcas en voz alta el paraíso, como le dijiste al buen ladrón, al precio de un instante de buena voluntad»
Pedir perdón no es por tanto una debilidad sino una fuerza; es expresión de una esperanza que no olvida, no reniega o retrata el pasado y que al mismo tiempo no se siente encadenada al pasado y puede mirar al futuro. Pedir perdón es expresión de la libertad cristiana, libertad que nosotros conocemos en Cristo. Pedir perdón no es una acción políticamente correcta, sino que tiene que ver con la naturaleza de la Iglesia y con su mensaje.
Charles de Foucauld en la ermita
 en el desierto de Tamanrasset
 donde custodiaba el tabernáculo
con el ostensorio

¿Qué tienen en común los tuáregs de África con nosotros, hombres de las realidades urbanas?
KASPER: De Foucauld lleva a Jesucristo hasta «aquellos que no lo buscan». Podemos decir que, en ciertos aspectos, la situación de los tuáregs de Argelia es semejante a la de nuestros contemporáneos en la realidad urbana, es decir, a nuestra misma situación, si bien exteriormente la diferencia es manifiesta; allí se trata de pobreza material, aquí de pobreza espiritual. 
El desierto es, por supuesto, distinto, pero el punto común reside en el hecho de que ni ellos ni nosotros estamos de verdad “en casa” en ningún lugar; estamos en camino, somos nómadas. Además, tenemos en común cierta letargia. A menudo vagamos sin una meta concreta ni una sólida esperanza. Somos, pues, un pueblo en el que la predicación del Evangelio y la conversión son difíciles. En esta situación, Charles de Foucauld nos da una respuesta profética pero también exigente, en el fondo la única respuesta posible: una vida evangélica que manifiesta la alternativa profética del Evangelio, haciendo que sea de nuevo interesante y atractivo. De este modo Charles de Foucauld es una figura luminosa, y puede ser también un válido remedio frente al peligro de un aburguesamiento y de un tediosa banalización de la Iglesia.

Para De Foucauld los pobres son los destinatarios predilectos de la promesa de Cristo. ¿No le parece que esta percepción de la predilección de los pobres se ha ofuscado?
KASPER: Los pobres y los pequeños son según Jesús los predilectos de Dios y los destinatarios de su evangelización. También san Pablo nos dice que en las comunidades primitivas había pocos ricos, pocos sabios, pocos poderosos y pocos nobles. 
El Concilio Vaticano II descubrió de nuevo y reafirmó este aspecto; después del Concilio se ha hablado mucho de la opción preferencial por los pobres. 
La teología de la liberación se ha inspirado en este mensaje, pero a veces lo ha hecho con fines ideológicos; al hacer esto, se ha vuelto ambigua. Esto no significa, sin embargo, que el mensaje haya dejado de ser válido y actual. Todo lo contrario. La gran mayoría de la humanidad vive actualmente por debajo del umbral de pobreza, y esto es verdad sobre todo en África, donde Charles de Foucauld vivió, entre los pobres. 
Espero que su beatificación replantee con un significado de ningún modo ideológico, la urgencia de hacer frente al desafío de la pobreza, tanto material como espiritual, y nos muestre la respuesta evangélica, vivida por él de modo ejemplar, que el mundo actual debe dar.
Gianni Valente
http://www.30giorni.it/articoli_id_7911_l2.htm

Las casas del Hto. Carlos en el Sahara

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Una nota de color que me parece puede llegar a ser  simpático para todos y esta es conocer las cinco residencias en las que el Hto. Carlos de Jesús vivió en el Sahara.

1) La Kahoua. Fraternidad de los Hermanitos del Sagrado Corazón de Jesús en Benni-Abbes.
La Kahoua
Incluso después de su instalación en el Hoggar, Carlos de Foucauld conserva su primera casa, la de Beni-Abbes, donde también mantiene un jardinero a quien confía los cultivos de la huerta de la Hermandad del Sagrado Corazón.


Llegando a Beni-Abbès, el Hermanito se atreve a personalizar su ideal retomando estas mismas palabras que más tarde se harán celebres e identificaran su pensamiento hasta nuestros días: "[...] Yo quiero acostumbrar a todos los habitantes, cristianos, musulmanes y judíos o idolatras a verme como su hermano, el hermano universal [...]". Y hablando de su casa, que denomina "la fraternidad". añade: "Escogí este nombre, que indica que yo soy su hermano y el hermano de todos los humanos, sin excepción ni distinción".

2) La Fragata: La casa del ermitaño entre los Tuareg.
La Fragata
En agosto de 1905 se trasladó a Tamanrasset, que fue construido por primera vez una pequeña casa y varias chozas de cañas, esta casa es conocida como La Fragata, por su forma de casa alargada que se asemeja a una fragata, (12m x 1,75m).



Aquí el marabú se sienta en la caja que le sirve de silla, se pone las gafas y empieza a trabajar extendiendo sus papeles sobre la mesa y la cama. Esta empeñado en copiar pulcramente el léxico abreviado tuareg-francés.

3) En 1906 se instala en Insalah 
Compró en Ksar en una casa árabe que contaba con una capilla.

Casas semejantes y contemporáneas a la que habito el Hto. Carlos en Insalat
4) Ermita del Hoggar
 A partir de julio de 1911, que tendrá su ermita Asekrem, contando además con una capilla.














5) Bordj, la fortaleza de Tamanrasset

Por último, va a construir en 1916, con los habitantes de Tamanrasset, en la orilla derecha del río, la famosa fortaleza o "bordj" en cuya puerta encontró la muerte luego de vivir unos meses allí.

  

Cinco lugares retirados poco para cumplir lo más posible su regla religiosa, pero lo suficientemente cerca de la gente a ejercer su apostolado
Cinco lugares diseñados no para huir del mundo o de la compañía de los hombres, sino más bien para estar donde están y para vivir el Evangelio en sus ojos.

¿Quién es Louis Massignon?

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Debemos reconocer en Luis Massignon  la figura más importante en el rescate y preservación de la  memoria de Charles de Foucauld.
Sin Louis Massignon tal vez  nunca hubiera sido  conocido Charles de Foucauld, tal y como lo es en la actualidad; es el "eslabón clave" entre el Foucauld histórico y la divulgación de su figura, historia y legado a la Iglesia del hermanito Universal, de allí el realce que debemos dar a su nombre entre los que nos llamamos seguidores del Hermanito Carlos de Jesús.

Sin ningún temor debemos afirmar que Louis Massignon y René Voillaume son las 2 figuras más importantes en la historia y la transmisión de la figura del Hermano Carlos y su espiritualidad.
Desde este blog comenzaremos a publicar unas pocas entradas que nos permitan conocer o recordar el importante trabajo por la memoria del Hermanito Carlos hizo Luis Massignon.

Fuente Blessed Charles de Foucauld: 
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