La historia del hábito que vistió el Hermanito Carlos de Foucauld es muy significativa y permite seguir las diferentes etapas de su vida y por ese medio un seguimiento de su realidad espiritual que lo convirtió en el Hermanito Universal, sin distintivos ni diferencias, solamente aquel que lo hacía presente al pueblo musulmán como el marabut cristiano.
De la Trapa a Nazaret
Como monje trapense vestía el blanco hábito de los novicios y luego de sus primeros votos monásticos el escapulario negro. Amaba el hábito de los trapenses, era para él; el signo de su consagración a Dios, tenemos entendido que fue muy duro para él dejarlo a principios de 1897.
Fue entonces y por necesidad de su vida de criado de las clarisas en Nazaret que eligió la ropa que conocemos por las notaciones de las mismas religiosas: una especie de blusa que era para él el signo de su búsqueda de la abyección.
Pero esta vestimenta no puede definirse como un hábito religioso, pero tampoco como una prenda laica del común de sus paisanos betlemitas. No era ni lo uno ni lo otro.
Durante todo el tiempo de su estancia en Tierra Santa, mantendrá este vestido, a pesar de las propuestas de la Madre Abadesa de Jerusalén, de quererle hacer un hábito conforme a los usados por los religiosos de esa época.
Leemos en los archivos de las Clarisas Pobres esta mención: "Nuestra Reverenda Madre le hizo confeccionar con una de nuestras hermanas, un traje adecuado para reemplazar el miserable ropaje que llevaba y que lo hacía ridículo y despreciable; el hermanito no lo llevó durante mucho tiempo, sino que unos días después lo devolvió y le rogó a nuestra Madre que le diera la caridad de una blusa azul como la de un simple trabajador. Él mismo agregó un collar plisado, del mismo material y cosido en grandes puntos de hilo blanco."
En una carta al padre Huvelin, el 15 de octubre de 1898, menciona otra propuesta de la "buena abadesa" de las Clarisas de Jerusalén:
"Nos gustaría hacerte, para el invierno y para siempre, una túnica larga, con una capucha, como la ropa que usan los lugareños, y que al mismo tiempo se asemeja más a los hábitos religiosos que tus pantalones y tu blusa de tela azul, y sin emparentarse con el color de cualquier orden religiosa. "
Y Charles respondió:
"Como soy francés y no sirio, siempre será para mí o un disfraz, que no vale nada o una prenda religiosa, una prenda de ermitaño, si así lo desea, pero al final será vestimenta religiosa y que solo puedo usar con el permiso del ordinario ...
La pobreza no se perdería, pero la abyección se perdería: Ya no sería como el Jesús trabajador en Nazaret, y no cantaré tan bellamente el hermoso poema de su divina abyección. "
¿Un hábito, para una nueva fundación?
En Nazaret, habiéndose negado a llevar el hábito que las Clarisas le habían preparado, para de ese modo permanecer en la "abyección" de la vestimenta de un pobre trabajador, sin embargo, reflexionó sobre el tema y teniendo en cuenta un proyecto de fundación religiosa; escribe a su director, el Padre Henri Huvelin, en la carta del 15 de octubre de 1898 citada anteriormente, y la cuestión del hábito religioso surge de inmediato.
Creemos que en el fondo él desea uno. Pero, como la madre abadesa le había sugerido, confía en la opinión del padre Huvelin y le escribe lo siguiente:
"Depende de usted decidir toda la cuestión, y de esa manera conocer la voluntad de Dios. Si tengo que quedarme como estoy, o si tengo que aceptar la propuesta de la buena Madre... (Recibir las ordenes sagradas)
En cualquier caso, me parece que si permanezco como estoy, también debo guardar, como Jesús, esta prenda bendita de trabajador como era la que Él usaba en Nazaret ...
Solo si Ud. decide que algún día debo recibir las Sagradas Ordenes, hay razones para cambiar mi ropa; y en este caso, tampoco deseo cambiar mi querida blusa por ningún tipo de prenda religiosa y elegante, sino el hábito benedictino, que todo obispo puede permitir que use cualquiera, ya que todos pueden hacer la profesión de la regla benedictina sin pertenecer a ninguna de las muchas congregaciones benedictinas existentes.
Este cambio de hábito sería un asunto muy serio, equivalente a una profesión, y se haría antes de recibir las Órdenes Menores, o al mismo tiempo me parece.
Estaré muy feliz si Ud. me dice que permanezca como estoy; y estaría aún más feliz si me dice algo más al respecto (...)”
Jardín Monasterio de Nazaret |
Pero el 22 de octubre, Charles de Foucauld tomó la pluma y escribió al padre Huvelin:
"Cuando le dije que quería el hábito benedictino, tenía un deseo secreto, si Dios envía almas, para formar una pequeña comunidad benedictina en Tierra Santa, dije mal respecto al hábito monástico, a una comunidad monástica; debería haber dicho que no quisiera seguir las reglas del día benedictino, que no querría volver a tomar el hábito ni la Regla Benedictina; a los cuáles venero y admiro ...
Porque, por un lado, esta Regla está hecha para grandes comunidades y no para "pequeños rebaños", y por otro, y lo más importante, sería lanzarse nuevamente en esas interpretaciones de textos y textos. Espíritu y letras, en los que uno se ahoga, y que usa almas hermosas para pasar su tiempo pensando en nada, en lugar de usarlo para amar a Dios ..."
En una carta del 22 de enero de 1899, hay otra referencia:
"no llevar ni el nombre ni el hábito de un ermitaño hasta que me des la orden de seguir los pasos sobre este tema…".
Y de nuevo, al final de esta misma carta:
"sobre el nombre de ermitaño y el hábito religioso que usaré solo cuando juzgue que ha llegado el momento (si es que alguna vez llega)…".